Y siguiendo en la línea de la historia de la partería hoy
vamos a hablar sobre cómo se las apañaban nuestras matronas “tatara-tatara”
para practicar su oficio con los pocos recursos que les ofrecía la naturaleza
en aquellas épocas y a remontarnos un poquito más en el parto de algunas
religiones, cómo la católica en la Edad Media o la cultura maya. Naturalmente
con esto no pretendemos que ahora las mamás experimentéis en casa con todas
estas cosas pero es una forma indirecta de haceros llegar que el embarazo y el
parto siempre fue algo fisiológico y más que natural para el que toda mujer
hemos venido preparadas al mundo.
Ya en la Edad Media, durante los primeros meses de embarazo,
hervían aceite hierva del huerto,
espinacardo, almáciga e incienso y se aplicaba sobre el estómago. Cuando se
aproximaba el parto preparaban un baño con malvas, malvavisco, violetas,
manzanilla y corona de rey. Después se untaban con aceite de ajonjolí, óleo de
almendras dulces y grasa de gallina. También empleaban piedras sobre la ingle
(piedras de águila) o raíces de albahaca, artemisa y dragontea atadas encima de
la rodilla. Comían el corazón de una gallina sacado con el animal vivo y cocido
en el caldo de la grasa de la gallina y bebían pasas con vino dulce.
Desde muy temprano preocupó la sequedad del tracto
vaginal en el parto y de ahí que surgiera esa necesidad de suavizar con
ungüentos el canal para que el bebé se deslice pronto, como decía Arib Ibn
Sa’id, médico árabe de la época. O también sahumerios en la vagina, para ayudar
a dilatar el cérvix. Este médico también dejó reflejado en sus escritos que si
la mujer era débil se la prohibirá andar y le alimentará con sopa de pollo
magro y miga de pan fresco. Yo desde que leí esto tuve claro que todas las
madres descienden de Arib Ibn Sa’id cuando vienen a verte al hospital después
de dar a luz. Además se les provocaban
vómitos y estornudos para favorecer el expulsivo. Como anécdota sucedida en la
Edad Media encontramos que a la primera esposa de Felipe V, el médico Julien
Clèment le aplicó sobre el vientre la piel caliente de un carnero desollado
vivo. Le ordenaba no dormir en las horas siguientes al parto, que durante 9
días no se abrieran las ventanas de la habitación y que nadie entrara. En 4
días no comía nada y hasta los 9 no se ordenaba el cambio de ropas. Para calmar
las molestias perineo vaginales aplicaba cataplasmas de aceite de almendras
dulces (¡éste si que era un buen aceite de almendras y no el de Mercadona!) .
Pues bien, cambiando de cultura vamos a hablar ahora un poquito
del parto en los Mayas, que estoy segura que a muchas de vosotras, futuras
mamás, os gustaría que adoptáramos estas costumbres aquí en España.
¡Atentas,
atentas!: Durante los primeros meses de embarazo las mayas no recibían muchos
cuidados, más que algunos masajes abdominales a partir del quinto mes para
asegurarse que el embrión estuviese en una posición adecuada. Ahora bien, prestad atención, que ahora aquí
viene lo bueno: el papel del marido. Cuando el parto se aproximaba éste
improvisaba un pequeño cuarto en un extremo de la casa con una cortina de
palmas. Cuando llegaba el momento del parto el esposo se hacía indispensable
junto con el papel de la comadrona y la suegra. ¿Por qué digo indispensable?
Pues bien, los mayas pensaban que la pareja de la mujer debía compartir el
dolor y el placer de dar a luz: por eso, mientras ella está de parto, el marido
se sienta en las vigas situadas sobre su cabeza con una cuerda atada a los
testículos. Cada vez que tiene una contracción, la parturienta tira de la
cuerda. Además, este debía soplar para hacer salir al niño con su aire y con su
fuerza. Al final, el marido siente tanta alegría por el nacimiento del niño
como la mujer.
¿Qué? ¿Buena idea para ir aplicando en nuestros paritorios,
no? Por eso de seguir la cultura maya… Seguro que más de una vendría sin miedo
al dolor del parto sólo por el hecho de compartirlo con el marido.
Y ahora, a modo de acabar ya con esta pequeñita entrada
curiosa de hoy os voy a poner una lista de plantas utilizadas a lo largo de la
historia con su uso en el momento del parto. ¡Muy interesante!
Ajedrea
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Provoca el parto y la placenta. (Dióscorides)
Propiedades afrodisíacas. En
Grecia era consagrada a Dionisos, en cuyo honor celebraban grandes orgias.
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Albahaca
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Alivia obstrucciones del cuello del útero y el dolor del parto, atrae
el feto y la placenta. Antiespasmódica y estimulante
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En infusión o en contacto sobre el muslo
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Altramuz
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Purgante y vomitivo.
Provoca parto y placenta
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En ingestión o en contacto
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Ancusa de tintorero
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Hace descender el feto
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Raíz en pesario
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Artemisa
De Artemis diosa de las parturientas
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Emoliente, provoca el parto, elimina membranas y placenta y feto
muerto
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En infusión, contacto, cataplasma o baño de asiento
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Azafrán
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Emoliente, con virtudes oxitócicas: en muchas farmacias no lo
recomiendan durante el embarazo.
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En infusión, pesario, emplasto o masaje
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Castóreo
(sustancia segregada por el castor)
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Hace estornudar, facilita el parto, la expulsión de la placenta y del
feto muerto.
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En ingestión, sahumerio, pesario o sobre la nariz
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Cornezuelo de centeno
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Acelera el parto. Contiene ergotamina, sustancia uteroconstrictora.
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En infusión
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Dictamo
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Acelera el parto y la expulsión de la placenta. Antiespasmódica,
actúando a nivel uterino con propiedades abortivas.
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En infusión o en pesario.
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Pastinaca o chirivía
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Soluciona la retención placentaria
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Y nada más, hasta aquí por hoy. Esperamos que os gusten
estas introducciones al mundo de la obstetricia y que poco a poco os vayáis
animando a enviarnos preguntas y dudas a nuestro mail.
¡FELIZ LUNES!
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